martes, 10 de junio de 2014

Que aparecerías sin avisar, pensé , como cuando llueve de repente.

Yo siempre he creído que la vida se basa en pequeños momentos que te hacen sonreír como si nunca hubieses llorado. Jamás. Pensé que tú estabas hecho de ese tipo de instantes. Los llevabas contigo a donde fueses. Sonreías, hablabas, también te quedabas callado, a veces rompías a llorar y el mundo se ponía triste. Cuando tú, cualquier cosa, yo era feliz. ¿Cómo acostumbrarse entonces a la soledad sabiendo que estabas en alguna parte? Que al pasar por las calles, la gente al verte se olvidaba durante unos segundos de sus nombres, y sólo querían pedirte el número e invitarte a sus vidas todos los días. A mí al menos me sucedía eso. Si no estabas mis manos te dibujaban sobre la cama, como besando el lugar en el que estarías tumbado a mi lado. Que esperar sea o no triste depende de a quién estés esperando.

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