Yo
siempre he creído que la vida se basa en pequeños momentos que te hacen
sonreír como si nunca hubieses llorado. Jamás. Pensé que tú estabas
hecho de ese tipo de instantes. Los llevabas contigo a donde fueses.
Sonreías, hablabas, también te quedabas callado, a veces rompías a
llorar y el mundo se ponía triste. Cuando tú, cualquier
cosa, yo era feliz. ¿Cómo acostumbrarse entonces a la soledad sabiendo
que estabas en alguna parte? Que al pasar por las calles, la gente al
verte se olvidaba durante unos segundos de sus nombres, y sólo querían
pedirte el número e invitarte a sus vidas todos los días. A mí al menos
me sucedía eso. Si no estabas mis manos te dibujaban sobre la cama, como
besando el lugar en el que estarías tumbado a mi lado. Que esperar sea o
no triste depende de a quién estés esperando.
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