Yo te quiero,
pero no te lo digo porque sé que
diciéndotelo sólo voy a contar un miedo en voz alta.
La verdad
es que no hay peor tristeza que la felicidad que le estarás regalando a
otra, mientras a mí se me acaban las formas de llorarte
sin parecer la gilipollas que ha vuelto a romperse la misma esperanza.
Ya no sirvo más que para cometer los errores que me sé de memoria, en
eso siempre he sido la mejor. Bebo, fumo y te dedico toda esta muerte
que me parece bonita.
Hoy no estoy para luchar, sino para
darle vueltas a esta necesidad hasta que se me llegue a caer al suelo, y
allí que empiece a arrastrarse hasta tu recuerdo más cercano a pedir
auxilio. El amor me cabe en cuatro palabras, aunque me deje en silencio
casi siempre. Hay una intensidad en mi pecho que te pertenece, en mi
cabeza simplemente no hay espacio para guardar tantas ganas huérfanas de
tu boca. Yo te doy las instrucciones, síguelas si quieres. O, mejor,
síguelas si aún no me odias demasiado.
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