sábado, 9 de noviembre de 2013

Falta menos de un mes para finalizar el que con diferencia considero... no el peor año de mi vida, pero si el más duro. Un año lleno de frustración, de decisiones e indecisiones , de ilusiones y esperanzas que tan rápido como se creaban... se destruían. Suelen decir 'Año nuevo, vida nueva', y bueno, ¿Por qué no, ahora, proponerme borrón y cuenta nueva? Quiero y deseo que este sea el último mes que tenga todo este caos mental que me nubla la visión del camino que debo elegir.
Estoy cansada de que mis sentimientos dominen la mayoría de mis actos y de ser incapaz de controlar las cosas que digo, tal como las pienso las suelto al instante, como si vomitase palabras que terminan siendo estupideces.
Estoy cansada de desear ser cualquier otra persona en completamente todos los sentidos. Física y emocionalmente.
Quizá lo peor de esta situación es que se termina convirtiendo en un bucle que gira entorno a una vida pasada y enteramente idealizada en la cual yo era feliz porque nada más importaba salvo él.
Él.
Era de esa clase de personas románticas que anhelaba historias como la de Romeo y Julieta. Esos amores eternos. Esos que, pasara lo que pasara, durarían eternamente.
Pero no. Él pasó a ser un simple articulo gramatical más en mi vida. Nadie posterior le volvió a dar significado especial.
Y los meses han pasado como si de una broma se tratase, como si alguien tuviese un mando a distancia que controlase la velocidad del tiempo, acelerándolo o pausandolo a su antojo, y no precisamente en los momentos oportunos.
Creo que deberíamos de dejar de escuchar canciones de amor, solo nos rompen más el corazón.
Creo que deberíamos de dejar de mirar tanto la hora, solo conseguimos perder un poco más el tiempo.
Creo que deberíamos darle las gracias a la soledad por acompañarnos cuando nadie más quiere, y sobre todo creo que debería por una vez pararme a aplicarme a mi misma los consejos que doy.